- Libro: Los galgos, los galgos de Sara Gallardo
Esta emblemática novela argentina fue publicada originalmente en 1968 y relanzada por @fiordo_editorial el año pasado. No soy una persona de perros, pero tengo una debilidad por los galgos: tan flacos, tan bellos. Con este libro, no pude evitar sentir que las minucias costumbristas —tan propias de la argentinidad— se me escapaban un poco. Sin embargo, me recargo en lo universal de esta lectura: la fragilidad de la vida cotidiana; el tiempo que corre, furtivo; las promesas hechas con prisa, delgadas, hermosas, tensas, insolventes. Y los galgos como flechas inevitables que van directo al corazón, pero que al llegar no saben qué hacer con él. Lo disfruté muchísimo, léanlo.

2. Taller/Clase: Vidrio con Florencia Majevsky
El vidrio atrapa la luz pero no la retiene; es invisible pero presente; está hecho para durar y hecho para romperse; es artificio y es materia orgánica, sílice y sal. En fin. Un amigo cercano de mi abuelo, Felipe Derflingher, artesano vidriero que tenía un taller gigantesco (que obviamente guarda proporciones desmesuradas en mis recuerdos de infancia) y una casa llena de color y luz, es el culpable de mi fascinación. El vidrio, sencillamente, me parece el material más sublime de todos. Así que probé una clase de vidrio con Florencia Majevsky, joven artista argentina con un pequeño taller en la Escandón. Es paciente y maestra en lo que hace. Trabajar el vidrio es catártico, hipnotizante, una alquimia. Busquen sus clases y su joyería.


Cortesía de la artista
3. Tatuaje: Otero Chacón
El señor Otero, pintor y tatuador de Durango, es todo un personaje: estrafalario, kamikaze y con una propuesta visual estridente y brillante. Le pedí una hada abstracta y me dibujó en freehand un diseño enorme e increíble, sin duda una de mis piezas favoritas hasta ahora. Además, tatúa con una precisión francamente admirable —y, en mi caso, necesaria (ya no aguanto nada). Su locación es itinerante. En cualquier caso, mi recomendación es seguirle la pista en redes, vale toda la pena.
Terminando la sesión ese viernes, nos despedimos y quedamos de volver a vernos para otro tatuaje. Fui a cenar a Balagán, donde, curiosamente, me lo encontré.


4. Restaurante/Bar: Balagán
Balagán, el nuevo hotspot de CDMX. Este restaurante/bar tiene look como de invernadero decadente y un ambiente casual pero glamouroso; parece nacido de la inusual sobremesa entre diseñadores, jardineros, coleccionistas de antigüedades y poetas ebrios. Además, tienes la sensación de haber entrado a un jardín secreto. La música es excelente, aunque si vas de noche, piensa más en un plan de drinks + fiesta, no tanto en algo íntimo. La comida —libanesa moderna para picotear— está toda buenísima. No se pierdan el mezze, el ceviche o el kibbe de atún. La coctelería, igualmente, es imperdible.
📍 Dirección: Calle Gral. Prim 66, Cuauhtémoc, Juárez, 06600, CDMX.


5. Museo Kaluz
El Museo Kaluz, ubicado en la colonia Guerrero, es un espacio que en apenas cuatro años ha revitalizado su entorno con una propuesta cultural sólida. Su colección de arte mexicano, que abarca desde el siglo xviii hasta la actualidad, destaca por obras de paisajes, arte botánico, naturalezas muertas y piezas de artistas del exilio español. La joya de la corona: una colección inmensa de arte japonés obtenida gracias al renombrado Terry Welch—no hay nada igual en toda la ciudad. La museografía e iluminación de las salas son perfectas y el edificio, además de ser patrimonio histórico, es un oasis en la zona.
También tienen una terraza con vista panorámica de algunos íconos arquitectónicos de la ciudad, donde puedes tomar un café, una copa, trabajar o hasta organizar un evento de lujo. Gran lugar.
📍 Dirección: Av. Hidalgo 85, Guerrero, Cuauhtémoc, 06300, CDMX.


6. Entretenimiento: Feed the Beast
Empiezo a pensar que me gusta el entretenimiento que la crítica no aprueba. Feed the Beast es un drama culinario con aspiraciones altas y sabores mixtos. Protagonizada por David Schwimmer (por siempre Ross de Friends) y Jim Sturgess, la serie sigue a dos amigos intentando abrir un restaurante en el Bronx mientras lidian con deudas, mafias y traumas. Aunque el desarrollo de personajes y la trama no se sostienen (ambos déficits del guion), la ambientación gastronómica es admirable —los actores fueron entrenados por chefs reales, y el restaurante ficticio Thirio es un verdadero deleite visual. Para algunos, fue un platillo fallido; para otros, una receta arriesgada con momentos memorables. Yo creo que es una buena historia de redención a fuego lento. Además, fue cancelada tras una sola temporada, así que no está de más verla: hay cierto deleite trágico en su carácter de banquete inacabado. Yo la vi en Prime, pero las plataformas de streaming juegan pingpong.


7. Restaurante: Gris
Ubicado en medio de Tlatelolco, Gris es prueba de que lo cotidiano también puede ser extraordinario. Con alma de fonda y espíritu creativo, este pequeño restaurante ofrece platillos honestos, ricos y con una presentación haute cuisine. Cada día cambian su menú, lo cual, de entrada, es digno de mención; además, convierte cada visita en una sorpresa estacional, donde los ingredientes más frescos —adornados con flores comestibles y brotes, en lo que me parece un gesto maravilloso— se mezclan sin pretensiones en recetas sanas, ligeras y entrañables. Rústico, económico y encantador, Gris no busca impresionar: lo hace. No me queda de paso, pero estoy dispuesta a darme una vuelta el día que sea.
📍 Dirección: Lerdo 304, Edificio Ignacio Zaragoza, local 9, Nonoalco Tlatelolco, 06900, CDMX.

Volován de pulled pork con tamarindo, ensalada de rábanos y verdolagas.
8. Libro: El loco de Dios en el fin del mundo por Javier Cercas; Película: Cónclave dirigida por Edward Berger
Este combo fue consumido simultáneamente —sin querer, pero lo recomiendo así. El libro de Cercas ofrece un retrato del difunto pontífice, explorando su intento de reformar la Iglesia hacia una institución más horizontal y justa. El autor logra conjugar profundidad intelectual con una búsqueda personal de sentido, lo cual convierte este libro en una reflexión sobre la fe, la espiritualidad y la condición humana. Acechan las preguntas: ¿qué significa creer en la resurrección de la carne? ¿Tiene sentido hablar de vida eterna en un mundo que se cae a pedazos? ¿Puede haber fe sin dogma? ¿Espiritualidad sin Iglesia? El papa Francisco no es un gurú infalible ni un ungido, sino un hombre lleno de contradicciones, un loco de Dios en el fin del mundo, un pecador como todos. Y la fe no es otra cosa que una forma de ser que abraza el misterio y resiste la brutalidad del mundo desde la compasión por el otro.
Similarmente, en la película de suspenso protagonizada por el muy prolífico Ralph Fiennes (que siempre será Voldemort), vemos que la inalcanzable curia del Vaticano está conformada por hombres de carne y hueso, sujetos a la mentira, la ambición, el prejuicio e incluso la crueldad.


9. Restaurante: Supplì
Fácilmente uno de los mejores lugares para comer pasta en CDMX, Supplì además cuenta con una amplia carta de vinos, un espacio cálido y chic, y un negroni de prosecco brutal. El tiramisú también es de otro mundo: aterciopelado, sensual, perfecto para devorar entre amigos, cucharear coquetamente en una cita o devorar en soledad y sentir que la vida tiene todavía algunas cosas buenas para uno.
Acá encontré un vino rosado delicioso que, comprobadamente, solo he visto de venta en A&B Wines. Se trata de les 3 petits cochons, un natural francés, ensamble de Tannat, Cabernet Sauvignon y Marselan: seco, con notas de frambuesa y limón Eureka, más un toque sutil —y sorpresa— de levadura. Se me ocurre que es perfecto con mariscos, pero como aperitivo seguido de pasta blanca en una noche de calor, es perfecto.
📍 Dirección: Bucareli 69b, Cuauhtémoc, Juárez, 06600, CDMX.

